Todos los indicadores de la O.C.D.E, hacen presagiar que lo peor de la crisis para nuestro país podría haber quedado atrás, pero nada hace presuponer que el futuro de nuestra economía vuelva a crecer a tasas similares a las de la primera mitad de la década pasada.
España, y los españoles estamos digiriendo como podemos una crisis que ha impactado de lleno en la línea de flotación de nuestra economía, ¿Dónde ha estado el error?: todavía no tenemos una perspectiva lo suficientemente amplia como para poder situarlo en un punto concreto, aunque un mal enfoque del modelo productivo acompañado por unos tipos de interés muy bajos y unos sistemas de control no todo lo efectivos que a priori pudiéramos pensar, parecen haber sido ingredientes suficientes para la explosión de un sistema económico, que había hecho del ladrillo su principal motor.
En España, el estallido de la burbuja nos va a hacer retroceder unos cuantos años en el tiempo, sobre todo con respecto a nuestros vecinos del norte de Europa, que – aunque también maltrechos- han capeado bastante mejor el temporal. Los P.I.G.S – Portugal, Italia, Grecia y España- finalmente hemos sido P.I.G.S, y hemos lastrado en cierta forma a Europa, de igual manera que lo hará la reciente incorporación de la Europa del Éste, si nuestros políticos no adoptan las medidas correctas, pese a haber tenido que aprender una lección a base de cachetes. En los 90 se hablaba de la Europa de las dos velocidades, y muchos se rasgaban las vestiduras por crear equipos de Primera o Segunda División.
Las políticas de ajuste llevadas a cabo por el Gobierno de José María Aznar en la segunda mitad de los noventa, y que tenían como objetivo primordial cumplir con los criterios de Convergencia, dieron sus frutos a corto plazo, pero los siguientes Gobiernos, no supieron o no quisieron ver que los cimientos del ladrillo eran de barro.
Además Europa, de la que somos parte indisoluble, ha visto como su falta de competitividad en el sector manufacturero le ha convertido en un Continente de Servicios, donde “la fabricación tradicional” no puede rivalizar con la de los países emergentes, que no tienen rival en cuanto a costes de producción o facilidad de acceso a las materias primas.
Sin quererlo ni comerlo, nos hemos encontrado con un ajuste añadido sobre nuestra economía: el del déficit público que sumado a la devaluación de nuestros activos, tanto monetarios como de bienes raíces, marca para nuestra economía una perspectiva de futuro muy poco halagüeña.
¿A qué se debe esto? Las razones son varias, pero durante demasiado tiempo hemos despreciado el talento. El dinero de la pasada década no ha servido para crear un tejido de I+D sólido, y en los primeros recortes nuestros mejores investigadores han buscado lugares más prósperos donde llevar a cabo su actividad. Nuestros ingenieros – formar un ingeniero le cuesta 50.000€ al Estado Español-, encuentran cobijo en Alemania que exprime sus conocimientos sin haber desembolsado un euro en su formación.
El futuro de España tiene que basarse en el talento y en la formación. Retener el talento en España debe ser uno de los objetivos que nuestros políticos deben marcarse en su hoja de ruta, porque de lo contrario languideceremos y nos situaremos en la cola de Europa. El talento, puede permitir que los modelos tradicionales que han sustentado la economía española, turismo, automoción, o agricultura, además del inefable ladrillo, puedan encontrar un sustituto que cimente un futuro crecimiento de España con una base solida.
En el siguiente palo de la baraja podemos considerar que el marco regulatorio debe ser estable y eficiente, para poder conseguir que el “dinero” se fije en nuestro país. La lamentable imagen proporcionada por nuestro sistema financiero que ha llevado a la liquidación sistemática de las Cajas de Ahorro, no puede infundir ninguna confianza en el inversor extranjero. El liberalismo económico a ultranza se ha mostrado ineficaz y codicioso, si sobre él no se aplican los pertinentes controles.
En EE.UU, paradigma del liberalismo, la SEC controla hasta el último movimiento de las empresas. La CNMV española ha demostrado no tener demasiada eficacia en sus sistemas de control, y ahora son muchos los preferentistas que lamentan lo laxo de nuestro sistema. El liberalismo a ultranza se ha mostrado ineficaz en una coyuntura de crisis, y ha mostrado todas las miserias y carencias del sistema. Intervenir: no – la intervención generaría desconfianza en el inversor-; Fortalecer el sistema regulatorio: Si – eso es precisamente lo que generaría confianza en el sistema económico español-.
En resumen, España tiene que remover sus cimientos económicos para encarar el futuro con posibilidades de aspirar a ser una de las grandes economías del mundo.
España siempre se ha repuesto de los grandes momentos de crisis. Se repuso tras el desastre de 1898, se repuso tras el aislacionismo de la Postguerra mundial, y soportó los fuertes vaivenes de la transición.
El momento que vivimos no va a ser una excepción. España resurgirá, siempre y cuando tratemos de hacer las cosas con orden y cabeza.
*Luis Vargas Méndez es abogado en ejercicio del ICAAH y ha sido Concejal del Ayuntamiento de Alcalá de Henares.